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FORMACION COMERCIAL

El tornillo pasado

Hoy vamos a reflexionar sobre la presión profesional que se ejerce sobre personas cuyo futuro pende de un hilo.

Cuando alguien recibe instrucciones de un superior jerárquico y lo hace bajo amenaza de expulsión o despido comienza a sentir los siguientes estímulos:

Angustia vital

Se trata de una tremenda sensación de tristeza que va absorbiendo toda la energía vital positiva, sumiendo al individuo en un mar de dudas respecto a su capacidad de trabajo, a la intensidad de su dedicación, se llega a dudar incluso de la propia salud del implicado.

Es una pena que una angustia progresiva vaya minando el subconsciente de una persona hasta convertirla en un «valle de lagrimas», pues este estado se transmite a los familiares, amigos, entorno más cercano de compañeros de trabajo, y créanme, no resulta agradable soportar a «calimeros» que les lloren en su hombro y que les cuenten sus desgracias;  por supuesto antes de que ustedes les cuenten las suyas. «todos queremos hablar de nuestro libro».

A cada individuo le duele únicamente su problema o le ahoga su propia angustia; es más, alguien escuchará la angustia de los demás si se trata de alguien comprensivo y compasivo, pero lo hará por educación, cortesía y extrema bondad, pero estará deseando que acabe el «chaparrón» para hablar de su propia angustia o bien para huir hacia alguien más positivo que le recargue de energía y que le aporte algo bueno, eso, o bien, estar solo, pues estará triste y descargado después de oírle a usted y preferirá en el peor de los casos la soledad como alternativa a alguien positivo que no aparezca en ese momento.

En fin, siento ser tan cruel con ustedes, pero la vida de los negocios es así de dura. Los profesionales se cargan y descargan, pero en nuestro mundo comercial no hay lugar para el tiempo empleado en consolar a un compañero, cada uno debe buscar su cargador de energía en su hogar, en su club de amigos, en el campo, o haciendo deporte, pero no busquen cargar en el cargador ajeno pues se lo prestarán una o dos veces pero no más. Cada individuo usa su propio cargador al igual que usted debe recargarse a si mismo.

Teoría del uñero

Un ejemplo claro de esta reflexión es el hecho de que dos compañeros que realizan el mismo trabajo sufran un percance laboral y a uno de ellos le trasladen a doscientos kilómetros de su casa  y al otro le toque en suerte quedarse en su casa pero haber sufrido una modificación laboral que le incomoda un poco.

Este último llamará todos los días al «viajero» para quejarse de su mala suerte, de la presión que recibe en su nueva situación y de lo mal que se encuentra respecto de su etapa anterior que realmente era muy satisfactoria y que duro más de seis años.

El interlocutor escucha con paciencia al «dolido» mientras el «viajero» ha tenido que madrugar y comenzar su día dos horas antes que su compañero local que no madruga para quejarse, se lamenta tres horas después del que vio amanecer, pues es cuando se dirige a su trabajo. Termina su jornada, y camina hacia su casa (seis minutos) después de lo que el piensa, siente y sufre como un día aciago.

Mientras el que escucha los lamentos de quien le duele mucho «ese uñero del dedo índice», comprueba que al acabar su jornada de trabajo tan duro o más que el del «uñero», aun esta a trescientos o cuatrocientos kilómetros de su casa; deberá dormir en un lugar extraño sin la compañía de los suyos y pensando en el día siguiente en el que el destino le regalará otros quinientos kilómetros de propina además de un duro día de trabajo; este último personaje está aquejado de una amputación de miembro en contraposición del «uñero» de su compañero, y escucha con paciencia los lamentos de su querido amigo, sin ya ninguna intención de explicar su problema o hablar de su «amputación » pues cuando alguien pierde un miembro, ese dolor tan sólo existe en el subconsciente.

Creo que con este ejemplo, entenderemos «la teoría de uñero» que significa que antes de buscar un hombro en el que llorar nuestras penas, deberemos realizar un ejercicio de Análisis de nuestro interlocutor y comprobar que esté cargado de energía para ofrecernos y que no tenga un problema superior al que nosotros le vayamos a relatar. O quien sabe, quizá podamos compartir ambos los problemas o lesiones comunes y lamentarnos juntos.

Ahogos

En ocasiones nos vemos ahogar, pues es tan fuerte la angustia que sentimos, que parece sobrevenirnos un infarto o bien una angina de pecho.

Nunca antes nos había pasado esto y desconocemos por suerte, los síntomas de un infarto o angina; pero nos duele tanto sufrir Ahogos de impotencia que tememos una enfermedad física  que justifique el tremendo dolor producido por el filo de la presión psicología de un superior autoritario y déspota.

Por ello, leemos publicaciones médicas, llevamos pastillas para poner bajo la lengua en caso de urgencia, y comenzamos regímenes para corregir nuestro colesterol y triglicéridos aumentados en índices en épocas de bonanza en las que las cenas con amigos y reuniones con copas y puros eran habituales en nosotros. Hacemos deporte, si nos lo permite el tiempo libre que nos concede está época de angustia, y sobre todo gastamos poco, asimismo,  nos entra la prisa por cancelar nuestras deudas y vender nuestro patrimonio realizable, luego hablaremos de esto como el síndrome del «gastador».

Nerviosismo

Hemos hablado en otras entradas de este poderoso efecto, en esta fase se acusa con más fuerza, comenzamos a «ponernos en lo peor”, les recuerdo, que en estos casos lo peor, es quedarse sin ese trabajo que tanto nos esta angustiado en este momento; eso o quedarse sin salud por el peligro de la certeza anterior, por tanto todo se reduce a una única cosa que resuelve todas a la vez, resignación, estoicismo, fuerza de voluntad, trabajo duro y mucha paciencia.

 Con todo esto y un esfuerzo titánico para poder trabajar más y  mejor que nunca en el momento en el que menos lo van a reconocer y más duro se hará el día a día, conseguiremos vencer el nerviosismo y ganaremos. Y si no lo hacemos, pues la vida a veces, juega malas pasadas, al menos estaremos preparados para una nueva etapa en la que ganará nuestra fuerza.

El síndrome del gastador

El gastador  es aquel soldado que desfila el primero en la compañía y que siempre mide algo más que el resto de los soldados, suelen ir en primera fila y su planta y fortaleza, encabezan el desfile.

El desfile de la vida es similar, los gastadores siempre van por delante del resto y más fuerte que los demás, beben su vida profesional y personal a grandes y largos tragos que les sacian a cada momento, disfrutan el momento con gran intensidad y desconocen  conceptos como el ahorro, el comedimiento, la prudencia, y por supuesto no piensan jamás en el futuro.

Para un gastador, los indicios de compra los marca el presente, y no pierde el tiempo para embarcarse con valentía en todo tipo de travesías económicas. A saber:

Viviendas céntricas, segundas residencias, negocios, terrenos, inversiones seguras, coches de lujo, motos, quads, cotos de caza, viajes de ocio, nieve, compra de locales de copas, nuevas empresas, etc. 

Todas estas compras efectuadas por un gastador constituyen el tremendo lastre de consumo que ahora comprobamos que es directamente proporcional a nuestro endeudamiento.

Por lo antes reseñado, que supone una gran carga emocional y económica, además acumuladas el resto de obligaciones familiares, pues un gastador tiene hijos, familia y personas dependientes de ellos que en el momento del desfile no tenían, nos vemos obligados a realizar un ejercicio de reagrupación que explicamos a continuación como el «salta patras» síndrome contrario al de la «huida hacia adelante» que también leeremos después.

«salta para atrás»

Como explicábamos, hemos apostado muy fuerte y ello nos ha ido consumiendo nuestra generación de recursos mensuales. Hasta ahora y en época de bonanza, tan solo con sujetar el consumo y «huir para adelante» resolvíamos esta situación con dignidad.

Pero ahora en época de crisis podemos perder nuestro flujo de ingresos mensuales en cualquier momento y dejar caer así el espectáculo de platos chinos giratorios que tan sólo se mantienen en movimiento todos, dándoles de vez en cuando a cada uno y por su riguroso orden, un pequeño impulso giratorio. El salta para atrás en una tendencia obsesiva a cancelar préstamos que le ahogan mensualmente, a vender inmuebles y vehículos que no usa y a no realizar aquellos viajes e inversiones a los que estaba acostumbrado.

«la huida hacia adelante»

Es muy difícil huir de la miseria, pues  cuando te visita, tiene la característica de abrazarse a ti.

En un momento de «miseria» anterior,  se podía acudir a financiación bancaria y gestionar dicha dificultad con dinero prestado, después de todo nuestra «amiga» en época favorable no se quedaba mucho y los préstamos solicitados para tal fin se, cancelaban en un golpe de fortuna o en el momento de realizar una buena operación de venta de coche, moto, vivienda o similar. Por desgracia hoy ya no podemos acudir a esa financiación, ya no existe.

Cuando «la miseria» decidió instalarse en España, por ser un lugar cálido de bonitas playas y buen vivir. Todos los «gastadores»  comenzamos a huir hacia adelante; ante la imposibilidad de atender nuestros pagos mensuales; la solución fue ampliar plazos de préstamos a corto plazo (1 a 5 años) a plazos largos con garantías hipotecarias que nos llevaban las cuotas mensuales a 30 años, hipotecando nuestros bienes y reduciendo nuestros compromisos de pagos en una cuarta parte de los mismos, ello nos daba un respiro, además solicitamos algo más de dinero para «desfilar» un poquito más y dotar otra cantidad para unas previsiones de pago de un año de nuestros compromisos. Esta es la auténtica explicación del efecto «huida hacia adelante».

El problema ahora es que se ha acabado el año de dotación de pagos, la miseria sigue tomando el sol en Torrevieja y además le encanta ir a beber sidra a Asturias y comer lechazo en Burgos. No se va, la deuda hay que pagarla y además ahora nos puede fallar el empleo por lo que la llave inglesa psicológica que aprieta la tuerca de nuestra resistencia emocional da un golpe de fuerza más y con un chasquido metálico o un golpe mental, notamos que la tuerca queda loca.

Al girar, ya no aprieta la rosca y un profesional que se ha pasado de rosca, ya no admite más presión pasando a la fase en la que le da todo igual, pues ni puede hacer nada más, ni controla la situación, y le ha superado la presión. Por lo que pasa a situación de «muerte dulce»

En situación de muerte dulce, ocurre que el profesional se relaja de la tremenda presión que sentía para poder trabajar ya en situación crítica, pensando que en cualquier momento acabará de sufrir, y precisamente esa situación de aparente normalidad le otorga una continuidad y una ventaja psicológica que quizá le devuelva una estabilidad laboral gracias a un temple nuevo adoptado a raíz de una nueva situación que parte del pase de rosca, también definido en otras entradas anteriores como el efecto «ave fénix».

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