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EL TORO BRAVO Y SU FUERZA DE RAZA

No puedo dejar de relatarles  la escena que presencié en las fiestas de San Juan de Sahagún, mi pueblo natal, del que estoy muy orgulloso, y donde a menudo, bebo del manantial de nuevas emociones que siempre aplico al mundo profesional, obteniendo conclusiones, experiencias y como no, en este caso, ejemplos de comportamientos valientes y  actuaciones extremas.

Un toro de lidia, tiene una planta espectacular, es fuerte, arrogante y bravo, con movimientos enérgicos, movidos por su sangre caliente que le obliga a embestir siempre con la misma fuerza, toda la que posee, además de hacerlo aunque se encuentre con la vara de un picador, con unas banderillas o bien con todo tipo de agentes extraños punzantes que le agreden; ni siquiera estos, le hacen retroceder, aunque le causen dolor, el embiste con la misma fuerza.

Pues bien, día del patrón «San Juan de Sahagún» 12 de Junio de 2012, siete de la tarde; sale el primer toro de la corrida, festejó humilde, pero con buena ganadería.

Toros valientes, con raza y con una bonita planta que les otorga el orgullo de representar al emblema nacional en España y también en el extranjero, a través de esos grandes carteles en las carreteras anunciando un brandi desde hace ya más de 50 años, una imagen con la que, cualquier español que se precie, siente orgullo de una especie  animal dotada con la fuerza  que le ofreció la madre naturaleza al nacer.

Ese día el bonito y elegante animal sale como una exhalación y da media vuelta al ruedo desprendiendo polvo de su brillante cuerpo al correr.

 Erguido y majestuoso atiende a la llamada del torero situado en el centro del ruedo que le cita con energía.  ¡¡  Ehh toro!!, el animal arranca su marcha a gran velocidad hacia el capote del torero, que se luce con el primer lancé.

El torero al perder pie con el primer pase, recoge capote desde el centro del ruedo y corre hacia el burladero con determinación, pero iba tarde, el morlaco de 550 kg, de nombre «jabonoso» , color cárdeno, fuerte de alma y bravío,  ya había iniciado su carrera de la muerte hacia el torero que huía hacia el refugio de las tablas.

 El hombre le llevaba ventaja al astado pero, no por ello, el bello animal, movido por su bravura, dejó de correr hacia su enemigo a gran velocidad; no parecía que fuera a alcanzar  al torero pero, tanta fuerza llevaba y con tanta convicción atacaba «jabonoso «, que en los últimos tres metros hasta el duro muro de piedra, se percibió con claridad que arrollaría al torero si hubiera un metro más tras el muro, y ese era el momento en el que el noble animal debía de frenar si no quería dañarse contra el grueso muro de piedra. 

Pero … ustedes ya sospechan el desenlace ¿verdad?…

Lejos de salvarse a si mismo, el toro bravo, obedeciendo a su condición natural, empuja aun más su marcha y se precipita sobre el torero y el muro, empitonando al torero de refilón, que ya se escondía en el burladero.

 El estrepitoso impacto contra el muro de piedra, causo la muerte inmediata del pobre animal, cuya valentía  y bravura,  le hizo decidir  embestir y no frenar.

¡Que pena!,  murió en el acto contra el muro, se rompió su espina dorsal del impacto y ese bello animal y su estampa soberbia, yacía en la arena del coso sin vida, al lado del torero, que era llevado en volandas, pues había recibido una cornada leve y perdía mucha sangre, camino de la enfermería.

En nuestro mundo profesional existen bueyes mansos, que solo sirven para carne, a ellos les hacen chuletas. Son los primeros a los que se despide cuando hay problemas, o «eres». También hay toros «perejileros» o traicioneros, que embisten al «bulto» o al  cuerpo, o que ante el castigo,  rechazan el engaño, escarban con la pezuña en  la arena,  siempre doliéndose por banderillas o suertes varias, se quejan y protestan, pues bien, estos no valen para una buena corrida, ni hacen espectáculo, son torpes y el público les rechaza por su falta de raza y trapío. Profesionalmente se escabullen una temporada, pero al final, con el tiempo se les quita la máscara y muestran con claridad su falta de preparación y temple. Nunca se acerquen a ellos se aprovecharán de ustedes y ante una situación difícil no duden, les traicionarán.

Realmente, la valía de un buen toro esta en su fuerza y su raza que le aporta un estilo y un valor que le concede el respeto y la admiración hasta de su enemigo, y por supuesto, el miedo del resto. También les ocurrirá esto en su vida profesional.

Habrá muchas ocasiones en las que ustedes serán «rejoneados» o «toreados» profesionalmente, cuando esto suceda, deberán hacer uso de su raza y valor, también de su paciencia arrojo y templanza, todo esto mezclado, hará que ustedes favorezcan un espectáculo digno de ver. No se rindan, sean valientes y presenten batalla, hasta en este símil taurino llegan a indultarse toros que han atacado con elegancia y bravura y ello les ha librado de la muerte.

Como ejemplo muy gráfico que les ilustre, acuérdense de esta historia en la que «jabonoso» decide no frenar y aceleró sin evaluar los peligros para llevar a cabo el ataque que su corazón  le exigía. Hirió a su enemigo aunque, necesito de una fuerza que le llevó a la muerte.

Sean fieles a si mismos, a su condición y personalidad y sobre todo no sean «perejileros» ni blandos. Este mundo no está hecho para los débiles y ustedes no lo son.

Cuando en su día a día decidan si frenar o embestir,  embistan con fuerza. Y su rival tendrá que acudir a la enfermería, muévanse con convicción y sabemos que a veces hay muros de piedra que son nuestros problemas diarios; alguno de estos ellos quizá nos detenga como a jabonoso, pero si mostramos nuestra raza, sin dudas, a menudo obtendremos nuestro objetivo, sea cual sea.

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